La muerte de Alejandro Ripley, el niño autista de 9 años que perdió la vida ahogado por su propia madre en un canal de Miami estremece al sur de la Florida, al país y al mundo y no es para menos; las imágenes de Patricia Ripley, una profesional de la sicología lanzando a su hijo a un canal despiertan la condena generalizada de la opinión pública que no encuentra justificación para el accionar de la madre.

La muerte de Alejandro es un caso oscuro desde el primer instante en el que Patricia se contradijo al denunciar el supuesto secuestro del pequeño cuando las cámaras de seguridad, que están instaladas en toda la ciudad, delataron el tiempo que ella tomó para hacer la denuncia a las autoridades, un tiempo que pudo ser aprovechado para rescatar al pequeño.

El primer intento de Patricia para deshacerse de su hijo se vio frustrado ante la llegada de vecinos que los rescataron, lamentablemente Alejandro no podía hablar, en consecuencia, no pudo decirle a quienes le salvaron lo que vivía en sus últimas horas de vida. Según versiones de allegados a la familia, la madre dijo que el pequeño se le había caído al canal, que los perseguían pero los dejaron ir. No imagino lo que deben sentir esos vecinos ahora que conocen todo el caso.

Patricia decidió marcharse a otro canal y repetir la acción en un sitio donde no habían vecinos que lograran detener la injusticia, porque más allá de los motivos mentales o emocionales que tenga una persona para cometer este crimen, el pequeño Alejandro era un inocente.

Por otra parte, abre el debate en un país donde uno de cada 59 niños que nacen son autistas según cifras del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades, que lo califica como un problema urgente de salud pública y por ende de la capacidad que tiene cada familia para asumir una situación de este tipo, paradójicamente Patricia Ripley era sicóloga.